inefable

Eres para mí un azul diamante, de color sereno y veteado. Podría elegirte si del mundo fueras, pero si allá fuera hay algún mundo no dudaría que a la mano de una diosa pertenecieras y que los brillos de sus ojos en ti guardaras. Azul por tu sonrisa, sereno por tu estampa esbelta, veteado cual los cabellos con que los ángeles del aire juguetean. ¡Ay, si fueras de este mundo!: secaríanseme las lágrimas para no llorar más de las nubes de los grises pensamientos. Pero sé que no he de poseerte, así que no seas de este mundo, pues sólo tocarte sintiendo tus dorados resplandores básteme para asomar mi corazón al cielo y así mi sol en mí se mezcle conformando con vos un mundo de azul celeste y de rojo infierno. Pues ya sé donde estás, mi azul diamante, que no es tu anillo para adornar un dedo, aunque corazón sea, sino que eres el eterno brillo de amor, olvidado sólo por mi amante y no amado miedo, ese eterno brillo que navega en las profundas simas oscuras del corazón, allá donde sólo alcanzan los niños, llevados por sus sueños...



30.1.11

No sé si son las nubes las que lloran cuando llueve
o es acaso el cielo el que llora por estar alegre,
pues cuando me tocan esas lágrimas
a veces veo unos sueños en los que el mar se agita
y otros en los que sus olas duermen.

A veces veo las gotas como pétalos de flores descoloridas
y a veces como estrellas que brillan
y caen y siembran amor en la tierra.

Llueve, y al llover no sé si escucho mi pesar o mi contento.
¡No sé qué clama la lluvia en el suelo!


Mas en esos días de corazón nublado
tarde o temprano asoma el sol de nuevo
y pronto tengo otros sueños,
como aquellos en los que me roza,
pintada de paz,
la seda de su tacto.

23.1.11

Una noche tuve un deseo y me dije:
“Hasta Saturno he de acercarme una noche
para pedirle prestados sus anillos.
Le diré que es mi deseo mostrárselos
a otras lunas perdidas y a las remotas galaxias
y a las veladas nebulosas
y a las lejanas miríadas de estrellas.


Y me dirá Saturno… que los cuide…
y me nombrará su heraldo.


Yo llevaré sus anillos en el corazón,
no sólo en el de mi dedo, sino en el de mi pecho,
y rebasaré los límites del dominio del Sol
para hablarle al Universo…
de la saturniana belleza, y me alejaré…”





Una noche tuve un deseo y me dije:


“A Saturno regresaré esta noche
para devolverle sus anillos,
y le diré que,
por ellos,
el Universo se ha estremecido”.

8.1.11

A través de mil bocas arboladas
te he procurado el aire que te ha insuflado vida.
A través de mil raíces enterradas
he hecho fértiles tus campos.
A través de mil verdes esmeralda
he hecho bellas tus visiones.

Creí…creí que querías vivir,
que fuera fértil tu vida
y esmeralda el verde de tu admiración.

A través de mil olas mojadas
le dije a las nubes que te regalaran el agua…
pero has manchado su cielo y las nubes se apartan
y lloran con tal desconsuelo que su tristeza te desborda.

Y a través de mil orillas cristalinas y espumadas
deseaba hablar contigo,
mas has manchado mis deseos
con el tumor espeso del alquitrán negruzco.

Creí…creí que deseabas empaparte
de mi esencia y mis palabras.

A través de mil alas emplumadas
quería hacer volar tus sueños,
y a través de mil ojos mojados
sumergirte y mostrarte mis más profundos secretos.
Mas mil pájaros sin plumas han caído
y mil peces inocentes se han ahogado.

Creí…creí que desearías compartir conmigo
el fruto de mis pensamientos.

A través de mil ríos ondulantes
quise llevarte de las montañas a los mares,
pero ya mi sangre se ha oscurecido
y mi corazón no es ya más que un débil latido
porque has vertido el veneno de tus fábricas
y has parado el correr de mis sentidos.

Creí…creí que te habría alegrado viajar conmigo
y sentir el fluir de la vida.

Ojalá llegase el día, ese día en que terminaras de contar
todos y cada uno de los granos de arena
de mis mil playas blancas.
Entonces encontrarías el más pequeño, el más insignificante.

Sabe, pues, que yo soy mucho menos aún
en este universo infinito,
pero el más bello de todos sus luceros, te lo aseguro,
porque jamás llegarás a verlos todos
ni jamás alcanzarás el más cercano.

¿Qué será de ti, entonces,si no me quieres?
¿Dónde encontrarás tu refugio?
Pues quizá no serán las nubes las que lloren sin consuelo,
ni las olas las que se alcen como torres desalmadas.

Quizá no será el viento aullador y frío
el que me azote enfurecido,
ni las rocas las que se quiebren en mil pedazos.

Quizá no será la tierra la que tiemble atormentada
ni el abismo el que se abra hasta un fondo interminable.

Quizá no serán los árboles los que se derrumben
doblados de tristeza por el viento de la nada
ni sus hojas las que pierdan su verdor incandescente.

No. Quizá no.
Quizá no serán ellos.
Quizá hayas de ser tú mismo: ¡Tú!
quien eleve esos lamentos en su ausencia.

2001