inefable

Eres para mí un azul diamante, de color sereno y veteado. Podría elegirte si del mundo fueras, pero si allá fuera hay algún mundo no dudaría que a la mano de una diosa pertenecieras y que los brillos de sus ojos en ti guardaras. Azul por tu sonrisa, sereno por tu estampa esbelta, veteado cual los cabellos con que los ángeles del aire juguetean. ¡Ay, si fueras de este mundo!: secaríanseme las lágrimas para no llorar más de las nubes de los grises pensamientos. Pero sé que no he de poseerte, así que no seas de este mundo, pues sólo tocarte sintiendo tus dorados resplandores básteme para asomar mi corazón al cielo y así mi sol en mí se mezcle conformando con vos un mundo de azul celeste y de rojo infierno. Pues ya sé donde estás, mi azul diamante, que no es tu anillo para adornar un dedo, aunque corazón sea, sino que eres el eterno brillo de amor, olvidado sólo por mi amante y no amado miedo, ese eterno brillo que navega en las profundas simas oscuras del corazón, allá donde sólo alcanzan los niños, llevados por sus sueños...



30.12.10

Desapareceré contigo en una nube de paz.
Desapareceremos juntos entre mil nubes de paz.
Tú me contarás qué fue del viento
que sopló en tus sueños
y que arrastró tu alma.
Yo te arrastraré cerca del cielo,
allá donde sólo existe la calma.
Y en esa nube de paz,
entre esas mil nubes de paz,
escaparemos del mundo tuyo, olvidando…
nos perderemos en ese cielo mío, estrellado…
nos hablaremos…
para siempre…
en silencio…
con una sola palabra…
eterna…
Tú me dirás…
que eres la Vida;
yo te diré…
la Eternidad.

14.12.10

En el profundo valle se recostó el viento
bajo la vaga luz del crepúsculo,
y las hojas de los árboles callaron
rindiéndose al silencio.
Las piedras elevaron sus cantos silenciosos
llenos de palabras de misterio;
el agua reflejó en sus rizados sueños…
la mansa Serenidad…
y la noche la llevó, discreta,
allá, hasta donde miran las estrellas.

23.11.10

Quizá no me sirvan de mucho las palabras
ni me sirva aun de mucho la mirada
para tomar de esas manos grandiosas y serenas
el regalo inmenso de su inmenso esplendor.

Quizá sólo me baste callar,
quizá sólo me baste cerrar los ojos y abrir los del alma;
quizá me baste tan sólo sentir el correr de un torrente,
mojarme en las olas del viento,
respirar los aromas que de la tierra escapan,
vibrar con el latido de las piedras,
saborear el fragor que adora a los árboles
y los balancea elegantes hasta que encuentran su sueño.

Quizá sólo me baste reflejar mi rostro en las lagunas
y dejar allí flotando mi sonrisa
y dejar allí ahogada mi tristeza,
u olvidarme a mí mismo una noche sin luna
en un sendero perdido que nunca termina.

Quizá sólo me baste elevarme hasta las nubes
como el volátil recuerdo que queda del rocío en el alba.

Quizá sólo me baste ser un jirón más de la bruma
y dejarme arrastrar esparciendo mi esencia en el aire,
fundiéndome en la incólume Armonía de la Naturaleza.

11.11.10


Es de las perlas la blancura;
el sutil susurrar, del viento;
el velo ingrávido, de las brumas;
y del cielo de la noche son los brillos
que desprenden sus luceros.

Son del agua los reflejos
y del sol las aureolas,
y los aromas pintados de colores,
de formas ondulantes y sinuosas,
son de los campos de lirios y amapolas.

De mi corazón ya no es la tristeza
ni de mis ojos el llanto,
pues ayer escuché el sutil canto
de las doradas voces de la Belleza.

5.11.10

En cada hilo transparente que enhebra
con sublime delicadeza
los velos fluidos y mojados
de vuestras frágiles aguas,
¡oh torrentes y arroyos!,
es donde se ensartan esas vuestras perlas
que a las riberas verdean
y en los cauces ablandan las sumisas piedras
con el sutil tacto de su inmortal
y armonioso movimiento.

Entusiásticos heraldos de las cimas,
¡qué pasión traeréis en arrebatador descenso
que si callarais… moriríais!

¿De qué fuente insaciable procedéis
y en qué noche hallaréis el sueño
si es que no lo dormís ya,
como en un infinito ensueño
del cual ya no despertéis?
Admiradas por vuestra hermosura
os engalanan las ninfas en la perenne fiesta
con el blancor de unas flores de color de espuma
mientras yo,
escuchando el candor de sus voces,
caigo en su sortilegio:
¡quizá claman llantos
por vuestros tormentos...!
o quizá...
quizá cantan por vuestro amor,
que fluye inextinguible y eterno.

1.11.10


Cambiaría yo mis cascadas por tus lacios cabellos.
Cambiaría yo mis lagunas... por tus ojos bellos.
Cambiaría yo mis praderas verdes por tus mejillas lisas.
Cambiaría yo... mi sol... por tus sonrisas.

Cambiaría yo mi lluvia por tus lágrimas.
Cambiaría... la fría voz del aire por tu voz cálida.
Cambiaría yo mi dulce luna por tu dulzura.
Cambiaría mi tierna noche... por el broche de tu ternura.

Cambiaría yo mis nubes por saber tus sueños.
Cambiaría... mi cielo... por conocer tus deseos.
Cambiaría yo mi arena oscura por tu piel clara.
Cambiaría... mis colores... por el cristal de tu alma.

Pero sé que todas estas, mis estrellas,
tan sólo son reflejos...
de tu infinita belleza.

28.10.10

Límpida luz de dulce canto;
imagen clara que turba las almas:
amores susurras...
odios amansas.

Como esa bruma silenciosa
que inundó un paisaje infinito
allá se oyó que sonaba el sonido
de una melodía preciosa.

Y pintados con suaves formas
volaban sublimes velos
llevando consigo a los ecos
que vinieron desde tu boca.

20.9.10

Nunca diré que un collar de perlas estrelladas
colocaría en la luna
ni que con musgo esmeralda
arroparía a la roca desnuda
ni que daría forma de esmeraldas a las nubes
para adornar el cielo
ni que la espuma del mar me guardaría
para devolvérsela cuando ya no tuviera voz...

Nunca diré todo eso,
nunca lo diré,
pero sí diré cómo lo haré...
ahora...
que ya sé cómo hacerlo.

3.9.10

Se ha sonreido la Serenidad,
y en su frente de plata, mojada de deseos,
flores de oros pálidos se asoman al mundo
y se mecen, recreándose, en el aire que las ama,
y colorean, rebañando, esos deseos,
conformándolos, y se disipan después
para tal vez volver,
pero quedan sus huellas.

Ha querido llegar hoy cuando no ayer,
envuelta en pétalos morados que caen del cielo malva
y se posan en el suelo,
allí donde las piedras se apartan
y dibujan los senderos que nos han de llevar.
Así, en cualquier instante podría tu oído su voz escuchar
susurrándole el final de mil secretos
y revelando por fin el por qué de tanta rosa velada.

Una brizna, un retazo, una fugaz sensación.
Nada, casi, se desvela,
O... casi todo, quizá.
Sólo un destello, rojizo, aún tenue,
en el liso torso leve, curvado, de una perla blanquecina,
es quizá lo que buscan esos heraldos que surgen
y vuelan y llegan y dejan y... se van...
pero dejan sus estelas y sus alientos.
Nada más dejan;
nada, casi, aunque casi todo.

Primero asoman los secretos,
una montaña da un paso más hacia su destino,
se moldea la admiración en las fraguas del sol
que dormita en el albor o en el ocaso.
Una nueva estrella surge, ¡la veo!
y ese resto despreciado de una nube cubre entero el cielo
y una sola gota cae e inunda el mundo...
¿de amor?

No sé qué será, ¿y tú?

Después quedan amores de seda,
valentías de acero, tristezas enterradas,
esperanzas de hierro, alegrías encendidas,
pies y almas de alabastro,
sentimientos de cristal de puros reflejos inmortales,
visiones, visiones de armonía... serena...

¡Se ha sonreido la Serenidad!

27.8.10

Primero de la nada surgieron,
entre soplos transparentes y colores pálidos
y después poco a poco crecieron
en el mecer tranquilo
de aires fríos y cálidos.

.

Se rindieron solícitas a escuchar

a unas voces suaves, sutiles,

y no pudieron resistirse a dibujar

la forma exacta

de sus palabras indecibles.

.

Que ahora nun rizado mar

y ahora un remolino;

mas después no pude descifrar

lo que quizá fueran cascadas

o lacios cabellos caídos.

.

Y ¿cómo habiendo sido agua

en poco a fuego se trasladaron

cuando vi la forma de una llama

por el sol prendida...

que quemó... mis ojos admirados?

.

Mas vi que del fuego surgió

un árbol gris de ramas blancas

y en una de ellas creció

lo que quizá fuera una hoja, o quizá...

tan sólo un ojo y su mirada.

.

Pues ¿quién dijera que mirar no pueden?

¿Por qué no, si pueden llorar?

Pues ¿quién puede llorar si no tiene

dos ojos tristes y mojados

que las penas puedan derramar?

.

Y aquello que pintaron de azul limpio y claro,

como un templo de abiertas celosías

parecían las columnas de mármol

de transparente luz...

que sustentaban sus alegrías.

.

Fueron elegantes espigas

y briosos corceles al galope

que llevaban a damas de blanco vestidas

que buscaban en los cielos

al verdadero de sus amores.

.

Fueron piedras pequeñas,

fueron... montañas gigantes;

fueron livianas, fueron espesas;

fueron sedentes estatuas

y fueron raudos caminantes.

.

Fueron águilas de extensas alas;

fueron mares de olas, desiertos de dunas,

rostros de gentes, y letras y palabras

que de noche han de hablar del sol...

y de día... de la luna.

.

Y por fin vi volar dos pájaros

junto a una esbelta mujer rubia

que llevaba en sus manos un cántaro

que en la tierra vació,

cayendo entonces... agua de lluvia.

.

Diré que nunca imaginar pude

al mar en fuego convertido

si no fuera porque ayer vi, descreido,

al viento escultor...

¡soplando entre las nubes!

.

15.8.10

He posado mis pies sobre tu cálida alfombra

de verde hierba y de lirios blancos

y he paseado mi alma por entre las sombras,

y le he mostrado la libertad allá en tus claros.

Y estos ojos admirados que te vieron

por ti lloraron y por ti cantaron

cuando tu belleza y tu grandeza descubrieron.

¿Qué albergas, callado bosque,

que dicen que en ti duerme el tiempo,

que tus árboles son como las torres

de un verde palacio inmenso

y tus pájaros los guardianes

de tus secretos aposentos?

¿Qué ocultas tú, bosque celoso?

¿Cuál será el sendero entre cientos

que lleve hasta tu ser misterioso?

De ti me dijeron los vientos

que, aunque castillo poderoso,

mil puertas llevan adentro.

¿Qué calla el discreto bosque

que en su silencio se escuchan mil voces

y entre sus voces mil sonidos

que, como envuelve lo oscuro a la noche,

lo envuelven en mil misterios?

Troncos robustos, ramas livianas,

hojas verdes como diamantes;

el bosque vive de vuestra belleza,

los pájaros vuelan para admirarla.

Bosque colmado de perlas,

perlas colmadas de brillos,

brillos relucientes de verde,

verde... de un bosque de seda.

6.8.10

¿Es así como te llaman?
¿Eres tú la Nieve?
Yo sé cuánto te aman:
será tu forma de caer,
elegante, suave, leve.

Filigrana delicada
en frías fraguas moldeada.
¡También en las nubes hay perlas
como las hay en el mar...
o en el cielo hay estrellas!

La ventisca cantó lamentos
rimados en versos de hielo;
¡Eras del frío las lágrimas
que lloró buscando consuelo!

De las altas cimas
el perpetuo deseo;
de los árboles del cielo
sus blancas hojas caídas,
y de las flores que allá habitan
mil pétalos se desprendieron.
¡He visto estrellas cayendo
bajo la luz del mediodía!

De las olas frías
la helada espuma;
de las alas divinas de los ángeles
las livianas plumas;
de los sueños de las nubes, eternos,
cumplidos esbozos;
del congelado amor de los inviernos
dedicados trozos.

Albo vestido de la tierra,
alma del agua transformada en piedra.
Montes verdes, blancos quedaron;
las aguas... frías,
los árboles... se engalanaron.

Es así como te llaman:
eres tú... ¡la Nieve!
Yo sé cuánto te aman:
será tu forma de caer
elegante, suave, leve.

22.7.10

Escucha mi voz sigilosa, reservada,
entre finos velos protegida.
Su forma es la de mil palabras,
su esencia... la de la vida.
Nunca una voz decir tanto pudo
ni guardó en tan pequeño universo
el pasado, el presente y el futuro,
la vida, la muerte y el tiempo.

9.7.10

Deseo saber lo que saben las olas
pues quiero saber lo que esconden los mares.
Por eso las mareas bajan silenciosas
y descubren sus fondos...
para sus secretos mostrarme.


Deseo saber qué dibujan las nubes
por saber leer los versos del cielo
y por qué su color es de tonos azules
y por qué el Sol...
gusta de bañarse en ellos.

Pero saber primero deseo
por qué me guardan las estrellas,
aunque creo que del Sol son los sueños
que en el espejo oscuro de mi noche...
brillantes se reflejan.

7.7.10

se sumerge
en suave sueño
se moja de susurros
se mece como un pétalo
se envuelve de dulzura
mengua...
calla...
desaparece...
en Paz se pierde
mas no cesa

y perdura y perdura
y ríe entre el aire
silenciosa... ríe

y camina en el vacío
sin pies y sin suelo
y vuela y roza el aire
y calla y dice sosiego
y grita quietud
¡y clama silencio!

la luz se rinde
se pinta de iris
dibuja Serenidad
la gravedad escapa
a Levedad...
volando en Armonía

no queda nada
nada
ni ya estoy

sólo quizá...
quizá sólo...
sólo es eso...
que yo soy
.

5.7.10


Estancia por siluetas de iris alumbrada.
No sé si serán mis perfiles
o los de tu alma.

¿Cómo me asombra al ser luz?
¡Aunque también me ilumina
al ser sombra!

Maravillada,
el alma se aloja ella sola
en tu seno,
delicia aromada
del bálsamo eterno.

Y así,
tan fácil,
tan fácil...

me muero...

me muero...

2.7.10

Mirando arriba, allá arriba,
allá donde el aire las mece,
y mientras su voz suave crece
las verdes hojas se agitan.

Y hablan todas al viento
bordando claros y limpios
sonidos que van diciendo:
"¡No deseo al fragor ni al ruido
ni a la tormenta rugiendo
ni al relámpago hiriendo
con su luminoso quejido!"

Sopla suave, fresca brisa,
brisa leve de tacto amable;
hazlo en calma, sin prisa,
con dulzura adorable.

¿Qué dices, qué cuentas?
Eso, brisa, saber quisiera
y así que en árbol me convirtiera
descubriría que estás contenta.

¿Qué cuentas, qué viste?
Eso, brisa, ojalá supiera,
pues allá donde estuvieras
sin duda que más que ver... sentiste.

Entonces fue el silencio quien me lo dijo
y fue el viento quien me anunció
que de la brisa a la tormenta
silencio y viento sentiría yo.

¡Qué luz repentina bañó el lugar!
¡Qué luz cegadora, tan fugaz!
Quizá sea verdad
que en un único y mismo instante
muere el nacimiento con el desenlace.

¡Limpio resplandor centelleante
que todo lo que toca ilumina!
¡Ruido rabioso e iracundo
que viene con él y con él camina!

Allá lejano, tan lejano como oscuro,
vi un manto tempestuoso
y oí rugir, claro y puro,
y tan terrible como hermoso,
aquel trueno furibundo.

Y vi unos dedos gruesos, nubosos,
que de azul a gris colorearon,
con un gran pincel monstruoso
un bello lienzo desordenado.

Mas yo me dije ¿por qué?
¿Por qué, tempestad, viniste?
Pues si empezaste a llover
¿no será porque estás triste?

¿Por qué, por qué gritas?
¿Por qué, por qué ruges?
Quizá ¿te sientes dolida?
Quizá... ¿dolida con las nubes?

28.6.10

Fuentes de indeleble cristal:
decidme si habéis llorado.
Escondidos senderos de seda,
contadme qué pies os han pisado.
¡Oh, piedras, piedras quietas!
ahora, vosotras, en silencio,
habladme de vuestros sueños
y qué en vuestra tierra se guarda,
que yo os descubriré los secretos
que se guardan en mi alma.
Decidme, calladas sombras del suelo,
murmullos discretos del agua;
¡Cantadme a mí, letras de viento!
con voces serenas y claras,
esos suaves versos ocultos
que en alguna montaña se escribieron
para pintar estos bosques profundos
y sus altas colinas y sus verdes praderas
y esos ríos que fluyen eternos
hasta el día en que al mar llegan,
¡que yo, mirando a las estrellas,
guardaré los poemas
en la alcoba del cielo!

27.6.10

Un sutil bostezo, silencioso, premiosamente abraza el cielo, delicadamente matiza el aire, amorosamente lo transparenta. Es como el tiempo ese velo mojado en mil gotas de luz que se despliega descubriendo lo invisible. Me rozan sus caricias, besando, casi adorando, mis contornos. Ya se ha ido el sueño entre las doradas auras y los tornasoles de la naciente alborada, y veo una franja de piel iluminada que reverbera, que tímidamente asoma y se para un instante... y mira tras la balconada inalcanzable del horizonte y tras el perfil quebrado y ondulado de las cimas y las crestas lejanas, convertidas ahora en el linde de mundos y tiempos que se tocan. Atisba el sol, curiosea, otea; observa a las piedras y mira a las hierbas y contempla a las nubes como si fueran calladas palabras de esas historias que el mundo olvidó cuando dormitando yacía, y a las que ahora, consumado ya el sueño, el albor colorea y define sus formas perezosas y yertas. Ya huelo los colores que en cientos de matices se acrecientan pregonando su propio delirio, y que cantan a la belleza que ya se levanta (o más bien se eleva) después de haber tenido sueños cuya hermosura la igualan... ¡o superan! Y ya escucho a las formas desperezándose, vistiéndose de esos tonos -que describir quisiera si expresándolo no los manchara- buscando recibir con galas la arribada de la aurora cautelosa y discreta. Llueve la luz ahora, llueve, llueve de ese farol del que la noche se olvidó siempre y que despunta cuando ya ella se ha retirado a su alcoba, cansada de susurrarme los cuentos que enseñan cómo soñar. Mas nunca me dijo cómo soñar al sol, pues de él quizá no sabe nada, si bien quizá, también, ahora su sueño sea este alba en que llueve luz, y el sol está ahí, tan cerca...
La melancólica Reina Tristeza
un corazón cortejar quería
no sin antes tener la certeza
de la ausencia de la Dama Alegría.

Quizá fuera la causa de su belleza
que fuese galán por ambas deseado
pues su hermosa forma era de tal rareza
que nada más le era igualado.

También acaso el galán, sobrado de riqueza,
fuera por Reina y Dama codiciado,
siendo verdad que, por su nobleza,
así mismo le amaran por admirado.

También será que ni contento ni realeza
bastan para la felicidad
pues sólo el poder del amor y su grandeza
son los medios para tal finalidad.

Incluyo aquí con agudeza
también a la Reina o Emperatriz
pues ¿quién dice que la Tristeza
no está triste para ser feliz?

Así que atendiendo a su naturaleza
las dos alcanzan mi pecho
ofreciendo con delicadeza
presentes por un lugar en su lecho.

Sonriendo con sutileza
regala sonrisas la Dama;
llorando con desconsuelo
la Reina su reino y su alma.
Ha acabado el comienzo
y comienza el final.
Sentimientos libres, sin permiso,
toquetean el tambor de las maravillas.
Las ondas cantan versos
de diversos colores
y olores frágiles y ágiles
pasean volátiles
pincelando amores.
Escapa un atisbo de palabra, sin forma,
de las locas vocales cuerdas del asombro,
y una mirada de dicha
se precipita por todos los rincones invisibles.
Todo se estremece,
y estos pies al eterno baile regresan
del vital sentir.

Es el retumbo viviente de la vida,
la piel de la tierra verde,
la invasora mano del aire,
el agua que no duerme
y el fuego que, sin consumirse,
nos consume.