inefable
Eres para mí un azul diamante, de color sereno y veteado. Podría elegirte si del mundo fueras, pero si allá fuera hay algún mundo no dudaría que a la mano de una diosa pertenecieras y que los brillos de sus ojos en ti guardaras. Azul por tu sonrisa, sereno por tu estampa esbelta, veteado cual los cabellos con que los ángeles del aire juguetean. ¡Ay, si fueras de este mundo!: secaríanseme las lágrimas para no llorar más de las nubes de los grises pensamientos. Pero sé que no he de poseerte, así que no seas de este mundo, pues sólo tocarte sintiendo tus dorados resplandores básteme para asomar mi corazón al cielo y así mi sol en mí se mezcle conformando con vos un mundo de azul celeste y de rojo infierno. Pues ya sé donde estás, mi azul diamante, que no es tu anillo para adornar un dedo, aunque corazón sea, sino que eres el eterno brillo de amor, olvidado sólo por mi amante y no amado miedo, ese eterno brillo que navega en las profundas simas oscuras del corazón, allá donde sólo alcanzan los niños, llevados por sus sueños...
27.6.10
Un sutil bostezo, silencioso, premiosamente abraza el cielo, delicadamente matiza el aire, amorosamente lo transparenta. Es como el tiempo ese velo mojado en mil gotas de luz que se despliega descubriendo lo invisible. Me rozan sus caricias, besando, casi adorando, mis contornos. Ya se ha ido el sueño entre las doradas auras y los tornasoles de la naciente alborada, y veo una franja de piel iluminada que reverbera, que tímidamente asoma y se para un instante... y mira tras la balconada inalcanzable del horizonte y tras el perfil quebrado y ondulado de las cimas y las crestas lejanas, convertidas ahora en el linde de mundos y tiempos que se tocan. Atisba el sol, curiosea, otea; observa a las piedras y mira a las hierbas y contempla a las nubes como si fueran calladas palabras de esas historias que el mundo olvidó cuando dormitando yacía, y a las que ahora, consumado ya el sueño, el albor colorea y define sus formas perezosas y yertas. Ya huelo los colores que en cientos de matices se acrecientan pregonando su propio delirio, y que cantan a la belleza que ya se levanta (o más bien se eleva) después de haber tenido sueños cuya hermosura la igualan... ¡o superan! Y ya escucho a las formas desperezándose, vistiéndose de esos tonos -que describir quisiera si expresándolo no los manchara- buscando recibir con galas la arribada de la aurora cautelosa y discreta. Llueve la luz ahora, llueve, llueve de ese farol del que la noche se olvidó siempre y que despunta cuando ya ella se ha retirado a su alcoba, cansada de susurrarme los cuentos que enseñan cómo soñar. Mas nunca me dijo cómo soñar al sol, pues de él quizá no sabe nada, si bien quizá, también, ahora su sueño sea este alba en que llueve luz, y el sol está ahí, tan cerca...