inefable

Eres para mí un azul diamante, de color sereno y veteado. Podría elegirte si del mundo fueras, pero si allá fuera hay algún mundo no dudaría que a la mano de una diosa pertenecieras y que los brillos de sus ojos en ti guardaras. Azul por tu sonrisa, sereno por tu estampa esbelta, veteado cual los cabellos con que los ángeles del aire juguetean. ¡Ay, si fueras de este mundo!: secaríanseme las lágrimas para no llorar más de las nubes de los grises pensamientos. Pero sé que no he de poseerte, así que no seas de este mundo, pues sólo tocarte sintiendo tus dorados resplandores básteme para asomar mi corazón al cielo y así mi sol en mí se mezcle conformando con vos un mundo de azul celeste y de rojo infierno. Pues ya sé donde estás, mi azul diamante, que no es tu anillo para adornar un dedo, aunque corazón sea, sino que eres el eterno brillo de amor, olvidado sólo por mi amante y no amado miedo, ese eterno brillo que navega en las profundas simas oscuras del corazón, allá donde sólo alcanzan los niños, llevados por sus sueños...



28.6.10

Fuentes de indeleble cristal:
decidme si habéis llorado.
Escondidos senderos de seda,
contadme qué pies os han pisado.
¡Oh, piedras, piedras quietas!
ahora, vosotras, en silencio,
habladme de vuestros sueños
y qué en vuestra tierra se guarda,
que yo os descubriré los secretos
que se guardan en mi alma.
Decidme, calladas sombras del suelo,
murmullos discretos del agua;
¡Cantadme a mí, letras de viento!
con voces serenas y claras,
esos suaves versos ocultos
que en alguna montaña se escribieron
para pintar estos bosques profundos
y sus altas colinas y sus verdes praderas
y esos ríos que fluyen eternos
hasta el día en que al mar llegan,
¡que yo, mirando a las estrellas,
guardaré los poemas
en la alcoba del cielo!

27.6.10

Un sutil bostezo, silencioso, premiosamente abraza el cielo, delicadamente matiza el aire, amorosamente lo transparenta. Es como el tiempo ese velo mojado en mil gotas de luz que se despliega descubriendo lo invisible. Me rozan sus caricias, besando, casi adorando, mis contornos. Ya se ha ido el sueño entre las doradas auras y los tornasoles de la naciente alborada, y veo una franja de piel iluminada que reverbera, que tímidamente asoma y se para un instante... y mira tras la balconada inalcanzable del horizonte y tras el perfil quebrado y ondulado de las cimas y las crestas lejanas, convertidas ahora en el linde de mundos y tiempos que se tocan. Atisba el sol, curiosea, otea; observa a las piedras y mira a las hierbas y contempla a las nubes como si fueran calladas palabras de esas historias que el mundo olvidó cuando dormitando yacía, y a las que ahora, consumado ya el sueño, el albor colorea y define sus formas perezosas y yertas. Ya huelo los colores que en cientos de matices se acrecientan pregonando su propio delirio, y que cantan a la belleza que ya se levanta (o más bien se eleva) después de haber tenido sueños cuya hermosura la igualan... ¡o superan! Y ya escucho a las formas desperezándose, vistiéndose de esos tonos -que describir quisiera si expresándolo no los manchara- buscando recibir con galas la arribada de la aurora cautelosa y discreta. Llueve la luz ahora, llueve, llueve de ese farol del que la noche se olvidó siempre y que despunta cuando ya ella se ha retirado a su alcoba, cansada de susurrarme los cuentos que enseñan cómo soñar. Mas nunca me dijo cómo soñar al sol, pues de él quizá no sabe nada, si bien quizá, también, ahora su sueño sea este alba en que llueve luz, y el sol está ahí, tan cerca...
La melancólica Reina Tristeza
un corazón cortejar quería
no sin antes tener la certeza
de la ausencia de la Dama Alegría.

Quizá fuera la causa de su belleza
que fuese galán por ambas deseado
pues su hermosa forma era de tal rareza
que nada más le era igualado.

También acaso el galán, sobrado de riqueza,
fuera por Reina y Dama codiciado,
siendo verdad que, por su nobleza,
así mismo le amaran por admirado.

También será que ni contento ni realeza
bastan para la felicidad
pues sólo el poder del amor y su grandeza
son los medios para tal finalidad.

Incluyo aquí con agudeza
también a la Reina o Emperatriz
pues ¿quién dice que la Tristeza
no está triste para ser feliz?

Así que atendiendo a su naturaleza
las dos alcanzan mi pecho
ofreciendo con delicadeza
presentes por un lugar en su lecho.

Sonriendo con sutileza
regala sonrisas la Dama;
llorando con desconsuelo
la Reina su reino y su alma.
Ha acabado el comienzo
y comienza el final.
Sentimientos libres, sin permiso,
toquetean el tambor de las maravillas.
Las ondas cantan versos
de diversos colores
y olores frágiles y ágiles
pasean volátiles
pincelando amores.
Escapa un atisbo de palabra, sin forma,
de las locas vocales cuerdas del asombro,
y una mirada de dicha
se precipita por todos los rincones invisibles.
Todo se estremece,
y estos pies al eterno baile regresan
del vital sentir.

Es el retumbo viviente de la vida,
la piel de la tierra verde,
la invasora mano del aire,
el agua que no duerme
y el fuego que, sin consumirse,
nos consume.