inefable

Eres para mí un azul diamante, de color sereno y veteado. Podría elegirte si del mundo fueras, pero si allá fuera hay algún mundo no dudaría que a la mano de una diosa pertenecieras y que los brillos de sus ojos en ti guardaras. Azul por tu sonrisa, sereno por tu estampa esbelta, veteado cual los cabellos con que los ángeles del aire juguetean. ¡Ay, si fueras de este mundo!: secaríanseme las lágrimas para no llorar más de las nubes de los grises pensamientos. Pero sé que no he de poseerte, así que no seas de este mundo, pues sólo tocarte sintiendo tus dorados resplandores básteme para asomar mi corazón al cielo y así mi sol en mí se mezcle conformando con vos un mundo de azul celeste y de rojo infierno. Pues ya sé donde estás, mi azul diamante, que no es tu anillo para adornar un dedo, aunque corazón sea, sino que eres el eterno brillo de amor, olvidado sólo por mi amante y no amado miedo, ese eterno brillo que navega en las profundas simas oscuras del corazón, allá donde sólo alcanzan los niños, llevados por sus sueños...



2.7.10

Mirando arriba, allá arriba,
allá donde el aire las mece,
y mientras su voz suave crece
las verdes hojas se agitan.

Y hablan todas al viento
bordando claros y limpios
sonidos que van diciendo:
"¡No deseo al fragor ni al ruido
ni a la tormenta rugiendo
ni al relámpago hiriendo
con su luminoso quejido!"

Sopla suave, fresca brisa,
brisa leve de tacto amable;
hazlo en calma, sin prisa,
con dulzura adorable.

¿Qué dices, qué cuentas?
Eso, brisa, saber quisiera
y así que en árbol me convirtiera
descubriría que estás contenta.

¿Qué cuentas, qué viste?
Eso, brisa, ojalá supiera,
pues allá donde estuvieras
sin duda que más que ver... sentiste.

Entonces fue el silencio quien me lo dijo
y fue el viento quien me anunció
que de la brisa a la tormenta
silencio y viento sentiría yo.

¡Qué luz repentina bañó el lugar!
¡Qué luz cegadora, tan fugaz!
Quizá sea verdad
que en un único y mismo instante
muere el nacimiento con el desenlace.

¡Limpio resplandor centelleante
que todo lo que toca ilumina!
¡Ruido rabioso e iracundo
que viene con él y con él camina!

Allá lejano, tan lejano como oscuro,
vi un manto tempestuoso
y oí rugir, claro y puro,
y tan terrible como hermoso,
aquel trueno furibundo.

Y vi unos dedos gruesos, nubosos,
que de azul a gris colorearon,
con un gran pincel monstruoso
un bello lienzo desordenado.

Mas yo me dije ¿por qué?
¿Por qué, tempestad, viniste?
Pues si empezaste a llover
¿no será porque estás triste?

¿Por qué, por qué gritas?
¿Por qué, por qué ruges?
Quizá ¿te sientes dolida?
Quizá... ¿dolida con las nubes?