inefable

Eres para mí un azul diamante, de color sereno y veteado. Podría elegirte si del mundo fueras, pero si allá fuera hay algún mundo no dudaría que a la mano de una diosa pertenecieras y que los brillos de sus ojos en ti guardaras. Azul por tu sonrisa, sereno por tu estampa esbelta, veteado cual los cabellos con que los ángeles del aire juguetean. ¡Ay, si fueras de este mundo!: secaríanseme las lágrimas para no llorar más de las nubes de los grises pensamientos. Pero sé que no he de poseerte, así que no seas de este mundo, pues sólo tocarte sintiendo tus dorados resplandores básteme para asomar mi corazón al cielo y así mi sol en mí se mezcle conformando con vos un mundo de azul celeste y de rojo infierno. Pues ya sé donde estás, mi azul diamante, que no es tu anillo para adornar un dedo, aunque corazón sea, sino que eres el eterno brillo de amor, olvidado sólo por mi amante y no amado miedo, ese eterno brillo que navega en las profundas simas oscuras del corazón, allá donde sólo alcanzan los niños, llevados por sus sueños...



23.1.11

Una noche tuve un deseo y me dije:
“Hasta Saturno he de acercarme una noche
para pedirle prestados sus anillos.
Le diré que es mi deseo mostrárselos
a otras lunas perdidas y a las remotas galaxias
y a las veladas nebulosas
y a las lejanas miríadas de estrellas.


Y me dirá Saturno… que los cuide…
y me nombrará su heraldo.


Yo llevaré sus anillos en el corazón,
no sólo en el de mi dedo, sino en el de mi pecho,
y rebasaré los límites del dominio del Sol
para hablarle al Universo…
de la saturniana belleza, y me alejaré…”





Una noche tuve un deseo y me dije:


“A Saturno regresaré esta noche
para devolverle sus anillos,
y le diré que,
por ellos,
el Universo se ha estremecido”.